lunes, 14 de septiembre de 2015
Caso de mujer histérica psicoanalizada por Sigmund Freud
En esta oportunidad quiero hablar mas profundamente sobre el psicoanálisis como tal. Donde empezaremos con el padre del psicoanálisis: Sigmund Freud, con uno de sus casos mas controversiales de mujeres con histeria.
Emmy de N., mujer de cuarenta años
En el año 1889, Freud inició el tratamiento de Emmy de N., enferma, que mantenía un aspecto juvenil y atractiva apariencia; a veces tartamudeaba, padecía una afasia espasmódica. Ella con frecuencia se interrumpía al hablar para emitir un característico sonido inarticulado. Sin embargo, su conversación era amena, inteligente y culta. Su familia residía en las provincias rusas del Mar Báltico, disponía de una gran fortuna, pese a que sufría una herencia neurótica. En su tratamiento utilizó el método de la hipnosis, pues era fácilmente hipnotizable, capaz de entrar en estado de sonambulismo (Tomás Alabart, 1991). Si bien, asimismo realizaba asociaciones y conexiones cuando hablaba sin estar hipnotizada (Freud, 1974). En una de las sesiones, Freud le propuso que asociara respecto a un tema particular que estaban analizando y al no lograr ninguna conexión, le mencionó que lo pensara hasta la otra sesión. Al día siguiente, Emmy con expresión de descontento le replicó que no debía estar interrogándola constantemente de donde procedía esto y lo otro, sino que tenía que permitirle contar lo que tenía para manifestarle. Así, surgió el método psicoanalítico, al terapeuta le correspondía el lugar para la escucha del paciente (Masling et al. 2002; Schutt, 1995). En su relato, Emmy se interrumpía cada dos minutos, contraía su rostro en una expresión de espanto y repulsión, mientras exclamaba ¡estése quieto alargando la mano, no me toque, no me hable! estaba bajo una terrorífica alucinación. Después, la enferma continuaba la conversación sin mencionar el ataque. Ella contrajo matrimonio a los 23 años con un próspero industrial, muy inteligente, pero ya anciano. El marido murió súbitamente de infarto, tras una breve convivencia marital. Emmy era madre de dos hijas, una de 16 años y otra de 14 años, ambas muy delicadas de salud (Schutt, 1995). Desde el fallecimiento de su esposo, hacía 14 años, había estado en muchas ocasiones enferma, con mayor o menor gravedad. Al iniciar el tratamiento con Freud, se separó de sus hijas e ingresó en una clínica, él la visitaba diariamente. Emmy reiteradamente relataba historias espantosas de animales, incluso en estado normal. Ella se atemorizaba por recuerdos de la primera infancia, que le ocurrieron cuando tenía cinco años. Cómo cuando sus hermanos la amedrentaban, lanzándole bichos muertos, como consecuencia de ello tuvo su primer ataque. De nuevo, sufrió otro a los siete años, debido a que se encontró a su hermana muerta, luego cuando el hermano se vestía con una sábana y la asustaba. Por último, en una ocasión a los nueve años, cuando entró en un velatorio a visitar el cadáver de su tía y justo en ese momento, la difunta abrió la boca inesperadamente.
La terapia de Freud trataba de atenuar tales imágenes, favoreciendo la sugestión, pasando sus manos sobre sus párpados. Si bien, en estado de vigilia no recordaba nada. El suceso de su vida que le había dejado más huella y surgía con más frecuencia en su memoria, era el de la muerte de su marido. Un día que ambos iban de paseo por un lugar de la Riviera, al atravesar un puente, ocurrió que su marido sufrió un ataque cardiaco y cayó desvanecido. Poco tiempo después, estando ella en la cama recuperándose de su segundo parto, su marido que comía junto a ella, se levantó, la miró con rara expresión y cayó muerto al suelo. La niña que acababa de nacer, estuvo enferma durante más de seis meses y ella también tuvo que permanecer en cama con fiebre. Tras el fallecimiento de su marido, apenas podía alimentarse, pero continuó ocupándose de sus hijas. En esa época fue cuando se iniciaron los dolores de estómago. Como consecuencia del tratamiento, la paciente se recuperó bastante, aseguraba que nunca había estado mejor. Siete meses después, un colega suyo, el Doctor Breuer, le transmitió noticias suyas, su mejoría se había mantenido durante varios meses, pero había desaparecido ante la preocupación por su hija mayor, que presentaba leves estados histéricos, calambres y dolores al andar. Al año de su primera visita, volvió a Viena de nuevo a su consulta, se quejaba de ver animales, confusión mental y tartamudeo (Freud, 2002). El efecto terapéutico fue inmediato y duradero, pasado un año, Freud fue a visitar a la paciente a su finca y la enferma estaba recuperada, con buena salud. Desde entonces (año 1890) sus noticias fueron cada vez menos frecuentes. Hasta que en 1893, tres años más tarde, le escribió para pedirle autorización para que la hipnotizase otro médico. El resultado terapéutico fue en general muy importante, pero poco duradero, pues la paciente volvió a enfermar bajo la acción de nuevos traumas. Ella vivía en aislamiento, con su familia y sus hijas. En ese tiempo, Emmy experimentaba fuertes pulsiones sexuales e intentaba reprimir su instinto sexual, ella no se había casado de nuevo; pues dada su gran fortuna, no creía en el amor de sus pretendientes y no quería perjudicar los intereses de sus hijas. Incluso, durante el periodo de mayor gravedad, presentó una capacidad suficiente para participar en la dirección de una gran empresa industrial y ocuparse de la educación de sus hijas. En su entorno social, curiosamente, nadie sospechaba de su enfermedad.
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